Antiguo caravanserai reconvertido en local artesano-cultural.
La impresionante decoración de la medersa de Ben Yousef. En su día albergó a más de 800 estudiantes del Corán.
Encantador de serpientes en la plaza Jamma el Fna.
Hospitalidad bereber. Los bereberes son un conjunto de etnias autóctonas del norte de África.
La "ceremonia"del té.
Plaza y murallas de Taroudant.
Kasbah en el valle del Draa.
Paseo vespertino, cuando ya no calienta tanto el sol.
Las puertas del hotel Palais Asmaa, en Zagora. La ciudad de Zagora es una de las "puertas" del desierto.
La mayor de cuatro hermanos.
Los cuatro hermanos junto al pozo de la familia. Sobrevivir en ese entorno tiene su mérito.
Merzouga. La frontera entre la hamada y el erg. En este caso el Erg Chebbi.
Camellero. Aquí hay que dejar los 4x4.
La inmensidad de las dunas y lo poquito que somos.
Un descanso en el camino.
Atardecer en el Sahara.
El sol se mete por el oeste y, a la vez, asoma la luna por el este.
Antigua Kasbah. El adobe no resiste bien el paso del tiempo y el impacto del viento cargado de arena.
Las manos tatuadas pero limpias. De vez en cuando el desierto da un respiro y permite que aparezca el agua. En este caso en las gargantas del Todra.
Y junto al agua vida. Beduinos, comercio, etc.
Detalle de la kasbah de Taourit en Ouarzazate. Antigua residencia del pacha.
Callejuelas en la kasbah de Ait ben Haddou.
De vuelta en Marrakech. Té con serpientes en la plaza.
Este aprendió de su padre.
Zona de curtidores y tintoreros, en la medina.
Una de las entradas al zoco.
Vendedor de hierbas y remedios en la plaza.
La plaza Jamma el Fna, a partir del atardecer, es el centro de la vida de Marrakech. Al fondo el famoso restaurante Argana.
Y, como no, para acabar bien mechoui de cordero con almendras y ciruelas.
Plaza y murallas de Taroudant.
Kasbah en el valle del Draa.
Paseo vespertino, cuando ya no calienta tanto el sol.
Las puertas del hotel Palais Asmaa, en Zagora. La ciudad de Zagora es una de las "puertas" del desierto.
La mayor de cuatro hermanos.
Los cuatro hermanos junto al pozo de la familia. Sobrevivir en ese entorno tiene su mérito.
Merzouga. La frontera entre la hamada y el erg. En este caso el Erg Chebbi.
Camellero. Aquí hay que dejar los 4x4.
La inmensidad de las dunas y lo poquito que somos.
Un descanso en el camino.
Es una gozada caminar descalzo sobre esa arena.
Atardecer en el Sahara.
El sol se mete por el oeste y, a la vez, asoma la luna por el este.
Antigua Kasbah. El adobe no resiste bien el paso del tiempo y el impacto del viento cargado de arena.
Las manos tatuadas pero limpias. De vez en cuando el desierto da un respiro y permite que aparezca el agua. En este caso en las gargantas del Todra.
Y junto al agua vida. Beduinos, comercio, etc.
Detalle de la kasbah de Taourit en Ouarzazate. Antigua residencia del pacha.
Callejuelas en la kasbah de Ait ben Haddou.
De vuelta en Marrakech. Té con serpientes en la plaza.
Este aprendió de su padre.
Zona de curtidores y tintoreros, en la medina.
Una de las entradas al zoco.
Vendedor de hierbas y remedios en la plaza.
La plaza Jamma el Fna, a partir del atardecer, es el centro de la vida de Marrakech. Al fondo el famoso restaurante Argana.
Y, como no, para acabar bien mechoui de cordero con almendras y ciruelas.
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