Minerve es un pequeño pueblo medieval capital histórica del país del Minervois. En el siglo XIII, durante la Cruzada albigense, después del saqueo de Béziers, en 1209, Minerve fue uno de los refugios principales para los cátaros y caballeros faidits de la región. En la primavera de 1210, Simón de Montfort decidió preparar la ofensiva contra Minerve, capital del Minervois. Las asombrosas defensas naturales de Minerve, con sus gargantas; además, 1000 m de murallas dobles bordeando barrancos impresionantes y el acceso a la meseta calcárea defendido por un sólido castillo vizcondal, disuadieron a Montfort de intentar un asalto. El lugar solo podía ser tomado por un sitio, teniendo como aliados la sequía y el calor. Los cruzados podían acelerar las cosas destruyendo la principal reserva de agua de los sitiados, el pozo, situado en la parte baja de la ciudad, al pie del acantilado que domina el río Brian.
Cuatro catapultas fueron colocadas contra Minerva, tres apuntando a la puerta de la ciudad y la cuarta, la más grande, bautizada como la Malvoisine (Mala vecina), en el otro extremo, con el objetivo de destruir el pozo. A principios de verano, las catapultas comenzaron a batir muros. En el interior de la ciudad, empezaron a escasear los víveres, no solamente el acceso al agua estaba constantemente amenazado, sino que sabían que a la primera brecha en cualquier acceso, los 200 hombres de guarnición no resistirían el ataque de los cruzados.
Tras siete semanas de asedio, el pozo cedió y el vizconde de Minerva, Guilhem de Minerve, tuvo que negociar la rendición. Él consiguió salvar la vida, lo mismo que los habitantes de Minerve. Para los más de 150 Perfectos cátaros, hombres y mujeres, refugiados en la ciudad, hicieron construir una gigantesca hoguera en la que todos perecieron, el 22 de julio de 1210, al no querer abjurar a su fe. Esta fue la primera gran hoguera colectiva de la Cruzada albigense, Montsegur, 34 años más tarde sería la última.